miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Puesta de Sol




La Puesta de Sol


Capítulo I




Hacía no se ya cuanto tiempo que mis ojos no se atrevían a ver el Mar. Los amargos recuerdos grabados en mi memoria me impedían hacerlo.
Había pasado mucho tiempo desde que la conocí; a primera vista me impresiono por su espontánea simpatía, pero después que lo fui conociendo, poco a poco me agrado por su don de gente: Si tuviera que hacer alguna comparación entre Sergio y algo más, para mí, no habría nada en lo absoluto con lo que pudiera hacer esa comparación.
No puedo decir que llegó a ser lo más grande en mi vida, pero si que dejo una huella muy honda en mi persona. Sus facciones eran caucásicas y sencillas y su carácter algo increíble. Como digo, sentí que la perfección estaba de mi lado y la quise aprovechar.
Aquellas puestas de Sol eran únicas en su género pues reflejaban la belleza del Mar y su apatía. Largas noches me encontraba en la borda del yate admirando el reflejo de la Luna, en el cual podía ver perfectamente a los peces ir y venir en un vaivén de libertad continuo, siendo libres en su gran mundo de agua y pureza.
Aquella tarde tenía algo de especial, comencé a sentir ese deseo que días antes comenzaba a embargar mi pensamiento; de pronto sentí ese deseo más fuerte que nunca, ese deseo que me invitaba a conocer ese mundo de bellezas insospechadas, enigmáticas; traté de no pensar es eso, de alejar ese deseo de mí pero.....cada vez que lo intentaba, sentía que me era imposible.
Vi el Sol reflejado y cortado a la mitad por el horizonte, tenía un color carmesí intenso y sin pensarlo más, avance lentamente de la cabina de mando a la barandilla del yate, sentí que era un renacer dentro de mí y me arroje.



Capítulo II

Epílogo



Las aguas quedaron tranquilas, solo un ondulante movimiento era percato de vida en aquella soledad inmensa. El yate siguió a la deriva lentamente, dirigiéndose al Sol que ya se extinguía en las aguas.


Fin
Sergio Alejandro

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